Tres consejos para ser feliz cuando la muerte toca a nuestra puerta

Ser feliz

Al ser humano le aterra lo desconocido y quizás una de las cosas a las que más le tenemos miedo es a la muerte. No sabemos nada de ella, ni mucho menos de lo que hay después de la misma. Esa incertidumbre es una de las razones por las que ser feliz se dificulta cuando la parca llega a nuestras vidas.

Nuestro cerebro no concibe la idea de la no existencia de nosotros o de ese ser querido y no es capaz de entender ese concepto lo que termina generándonos un profundo vacío que es el que aterra a todo ser humano.

Muchos nos preguntamos ¿es posible ser feliz cuando un ser querido o familiar fallece? la respuesta es, si, es posible pero debemos poner de nuestra parte para que la tristeza que produce una situación como la muerte de alguien no se prolongue por tiempo indefinido.

El primer paso ser feliz en el momento que ese ser querido se vaya es aceptar la realidad o por lo menos abrazar la idea de que todos nos moriremos y que es lo único seguro en esta vida. Nos guste o no, todos sin excepción la “viviremos”.

No mires hacia atrás ni te reproches

Un comportamiento común que tenemos cuando alguien muere es que nos ponemos a pensar en el pasado, en los momentos que vivimos con esa persona y más precisamente en las peleas o situaciones difíciles en los que pudimos haber sido muy fuertes con esa persona.

El primer paso para ser feliz con la muerte es aceptar la vida tal y como pasó, pues somos quienes somos por esas vivencias. Todos los errores, aciertos, penas y alegrías que experimentamos con esa personas forman parte de nosotros por lo que debemos abrazarla con amor y tomar las riendas de la vida que nos queda por delante, aprendiendo del pasado y con ilusión por lo que vendrá.

Mente ocupada, no extraña

Hay un cuento del periodista mexicano Armando Fuentes Aguirre que habla sobre esto y que vale la pena reflexionar al respecto.

“Llegó la Muerte a buscar a doña Matildita. Ciertamente era tiempo de que la buscara,

pues doña Matildita había llegado ya a la ancianidad. Llamó a la puerta y nadie abrió.

-¿En dónde está Matilde? – le preguntó la Muerte a una vecina.

-Anda con las cabras – le respondió ella.

Se fue la Muerte y regresó al cabo de un tiempo. Tampoco esta vez halló a Matilde en su juncal.

-¿A dónde fue? – preguntó.

-Está ordeñando la vaca – le dijeron.

Pasaron unos meses y volvió la Muerte. Matilde había salido.

-¿Dónde anda? – preguntó la Muerte.

– Llevó los animales a tomar agua.

-Me doy por vencida – masculló la Muerte -. Esta mujer siempre anda haciendo algo.

Y así diciendo, fue y se llevó a otra mujer que nunca hacía nada”.

Como doña Matilde debemos mantenernos ocupados para mantener a la muerte lejos de nosotros, debemos pensar y procurar realizar cosas que nos gusten y que nos llenen de ilusión, que ocupen nuestro tiempo para no darle espacio a la nostalgia.

No hay nada más triste que una vida sin ilusión y alegría, pues eso sería estar muerto en vida. De ahí la importancia de realizar actividades que nos gusten y que nos mantengan ocupados y así lograremos ser felices ante la ausencia de esa persona especial. Además, una vida sin propósitos es más propensa a sufrir enfermedades físicas y mentales.

Vivir el presente

Estar vivo es una suerte que pocos podemos tener, por eso cuando ese ser querido se vaya no pensemos en que se nos ha ido la oportunidad de ser felices o que la vida ya no tiene sentido sin esa persona. Todas las cosas y situaciones que forman tu momento presente son la vida.

La felicidad es el camino, así que cada instante del presente debemos atesorarlo y compartirlo con las personas que amamos y dejemos de esperar que pase algo para poder ser feliz, porque lo único que tenemos es el aquí y el ahora, nunca habrá un mejor momento que este.

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